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jueves, 17 de febrero de 2011

LA APROPIACION DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS

El docente se forma y se transforma día con día, pero más que nunca se reconoce la necesidad de un proceso permanente, ya que de acuerdo con Latapí (2004), “los retos de la formación docente, no se agotan en el presente; al contrario el desafío mayor consiste en anticipar la función del maestro en el futuro y en desarrollar los medios para concretarla”, es importante vislumbrar que “el maestro del futuro será muy distinto del actual: será gestor de aprendizajes significativos, traductor de deseos y aspiraciones de los jóvenes, animador y estimulador, y testigo activo de los valores humanos necesarios y de las utopías de un mundo en transformación.
La sociedad del conocimiento, las tecnologías de la información, los multimedia y las telecomunicaciones otorgarán a su profesión nuevos significados y roles. Este planteamiento presenta un reto inmediato, la formación y el desempeño de los docentes no puede seguir igual, es indudable que la transformación de la sociedad le demanda: Actualización constante en conocimientos disciplinares y pedagógicos; Centrar su desempeño en el aprendizaje y no en la transmisión de información; Capacidad para replantear el currículum en forma pertinente a los contextos, a los sujetos y a los medios; Habilidad para seleccionar contenidos y apoyos en diferentes soportes (impreso, audiovisual, digital); Vincular teoría y práctica en los procesos educativos; Participar en proyectos colaborativos a nivel de la escuela; Actitud de aprendizaje, indagación y creación; Capacidad para trascender, en forma creativa y pedagógicamente fundamentada, la actividad en el aula física; Apertura al manejo de nuevas tecnologías como soporte de la formación y la actividad docente.
Para responder a estas demandas, el docente requiere replantear su cultura pedagógica y transformarla, ya que no es deseable ni suficiente, incorporar las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) mediante prácticas anquilosadas en esquemas academicistas de reproducción de información, las cuales están lejos de satisfacer las necesidades de enseñanza de la nueva sociedad.
Sin embargo, es bien conocido, que una de las dificultades principales para la innovación de la práctica educativa es el mismo docente, en virtud de que tiene sus propios conceptos, teorías y paradigmas sobre la educación, la enseñanza y el aprendizaje, los cuales son llevados explícita o implícitamente a sus clases, determinando, junto con otros factores, los estilos pedagógicos que adopta en su clase.
Esta situación, adquiere sentido cuando Marrero (1992) plantea que: “toda reforma es una negociación entre el discurso de la innovación pedagógica y las teorías implícitas de los profesores”, ya que supone el rompimiento de paradigmas adquiridos en la experiencia escolar, en la formación profesional o en la práctica diaria. Esto, plantea la necesidad de considerar la reflexión crítica de las teorías implícitas y las concepciones que los docentes tienen sobre la enseñanza y el aprendizaje, como parte de los programas de formación, a fin de poder promover cambios en los paradigmas del profesorado.
Esto nos conduce a reflexionar, si los docentes ya tienen una teoría interiorizada, ¿cómo llevarlos a que se apropien de un nuevo paradigma o adecuen el que ya tiene a los requerimientos de la sociedad actual? y ¿en qué medida se logrará transformar su práctica en el aula, con el uso de las tecnologías? Este desafío está presente incluso en los modelos de formación donde se trata de impulsar al profesor a transformar su método de enseñanza, mediante un esquema educativo igual al que se pretende erradicar o modificar. Esto es equivalente a enseñar al docente a utilizar pedagógicamente el video a través de una exposición en el pizarrón.
Los modelos de formación deben ser congruentes y consistentes con los postulados teóricos que pretenden transferir y más aún con las propuestas metodológicas que desean incorporar, ya que en el propio proceso de formación pueden estarse reforzando conceptos, teorías y prácticas que no coinciden con lo que se espera que el docente asuma y aplique en su labor profesional.
Es por ello, que si la sociedad del conocimiento otorga a su profesión nuevos roles y significados a través del uso de las tecnologías de la información, los multimedia y las telecomunicaciones, los modelos de formación docente, deben entonces, en consecuencia, estructurarse a través de la utilización de dichas tecnologías, para demostrar y ejemplificar el aprovechamiento que se puede hacer ellas en la enseñanza y el aprendizaje.
Con ello, no se desconoce que la incorporación de la tecnología en la educación es un proceso que implica múltiples factores desde el modelo curricular, la conceptualización del aprendizaje, los materiales didácticos, el trabajo docente y el rol del estudiante, la evaluación, la administración escolar y hasta el contexto escolar y social.
Si bien es cierto que todos estos elementos tienen un papel trascendente, muchos autores refieren que también es innegable la participación que tiene el docente en este proceso. Por ello, Charo (2000) refiere que la labor del profesor es clave de la integración, ya que la eficacia y funcionalidad de las TIC será resultado de su adecuación al contexto educativo y en este proceso, será el profesor quien deberá seleccionar y estructurar el material, relacionarlo con los conocimientos previos de sus estudiantes, establecer los niveles de dificultad adecuados, secuenciar el contenido, organizar el tiempo, informar a los estudiantes de los objetivos de aprendizaje y del tipo de actividad que el trabajo requiere, del funcionamiento del programa, de la metodología, etc. En definitiva, será el profesor quien deberá armonizar dicha integración para que no constituya un conjunto de actividades descontextualizadas.
En este sentido, el pretender incorporar las nuevas tecnologías en el aula, solamente proporcionando al profesor la alfabetización tecnológica para utilizar los equipos, no tendrá sentido ni significado en la transformación de su cultura pedagógica, ya que en principio, no se parte de una revisión crítica y analítica de cómo aprender él mismo y cómo podría integrar esas tecnologías en favor de su propia formación. Es decir, vivenciar el uso de las tecnologías desde el plano del alumno, que construye conocimientos y los contrasta con su experiencia previa, para transitar al rol de facilitador de aprendizajes significativos aplicando estrategias innovadoras de enseñanza que él experimentó y que ahora será capaz de producir. De esta forma, el docente tiene la posibilidad de adquirir e interiorizar nuevos modelos de enseñanza a partir de su propio modelo de formación.

Referencias Bibliográficas:
Charo, A. et al. (2000). Integración curricular de las nuevas tecnologías. Ed. Ariel, España.

Latapí, P. (2004). Alternativas de formación docente. Comunicado 89 del Observatorio Ciudadano de la Educación. Publicado en Internet el 23 de noviembre.

Marrero (1992). Las teorías implícitas del profesorado: un puente entre la cultura y la práctica de la enseñanza, en Estebarán, A., Sánchez, V. Pensamiento de profesores y desarrollo profesional I. Universidad de Sevilla.

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